jueves, 1 de enero de 2015

EPILOGO




La sala VIP del aeropuerto de Heathrow estaba sorprendentemente tranquila aquella mañana. Además de Paula, Pedro y Francisco, su bebé de seis meses, solo había una pareja de ancianos y una mujer vestida con coloridas ropas africanas.


El pequeño Francisco tenía ya amplia experiencia en el mundo de los viajes porque Pedro se negaba a separarse de ellos cuando tenía que viajar al extranjero por trabajo y Paula tampoco quería que lo hiciera. Llevaban casados poco más de un año y aún no soportaba la idea de estar lejos de él, ni siquiera un día.


Un par de meses después del nacimiento de Francisco habían vuelto a Portugal, donde el empresario estaba poniendo en marcha una escuela de golf para jóvenes desfavorecidos. Ahora, después de pasar quince días en la preciosa casa que tenían en Kensington, volvían al aeropuerto, esa vez para viajar a África a visitar el nuevo orfanato y el nuevo centro médico, dirigido por profesionales muy preparados. Pedro se había encargado de todo y le había puesto el nombre de Azizi.


Paula estaba increíblemente orgullosa de su marido. No solo se había enfrentado a los miedos del pasado, sino que los había superado ofreciendo ayuda a niños huérfanos como él.


El pequeño se echó a llorar y Paula lo acunó en brazos para intentar calmarlo


–Creo que le está saliendo el primer diente. Babea mucho y no deja de chuparse el puño –le explicó a su guapísimo esposo, no sin ciertos nervios.


Llevaba un impecable traje italiano, pero no dudó en agarrar a su niño.


–Dámelo a mí un rato. ¿Por qué no te sientas y te relajas un poco? Puedes tomarte un zumo.


–Preferiría un café.


–No es buena idea tomar tanto café mientras estés dándole de mamar. Acuérdate de lo que nos dijo la pediatra.


–Lo sé, lo sé. No más de tres tazas al día. Entonces supongo que tendré que esperar hasta estar en el avión. Va a ser un día muy largo –añadió con un bostezo.


Francisco cerró los ojitos casi de inmediato.


–¿Y te preocupaba no ser un buen padre? –recordó Paula, meneando la cabeza–. Tienes un talento natural, una especie de toque mágico –lo vio sonrojarse y no tuvo que decirle lo orgulloso que estaba de su hijo.


Cuando Francisco se despertaba por las noches, era Pedro el que se levantaba de la cama y se lo llevaba a Paula para que le diera de mamar y, cuando se volvía a dormir, se quedaba abrazándolo un buen rato antes de llevarlo de nuevo a la cuna: «Estrechando el vínculo entre padre e hijo», solía decir.


–A veces me cuesta creer la suerte que tengo –reconoció–. Francisco y tú me habéis dado todo con lo que siempre había soñado. Por primera vez en mi vida tengo un verdadero hogar y una familia. Te amo con todo mi corazón, pequeña.


Paula se acercó a él y lo besó. Los otros tres pasajeros que había en la sala se miraron y sonrieron.


–Yo también te amo, vida mía –le sonrió, seductora–. Y te lo demostraré esta misma noche… en cuanto acostemos a Francisco –añadió, susurrándoselo al oído.


Los ojos de Pedro brillaron llenos de deseo y de amor.


–Si no tuviera a nuestro hijo en brazos, te demostraría lo que opino de eso, ¡mi pequeña tigresa!


–Promesas, nada más que promesas –bromeó ella, riéndose mientras se dirigía hacia la butaca contoneándose por la sala y segura de que los maravillosos ojos de su marido la seguían.



4 comentarios:

  1. Que linda historia! Me encanto!

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  2. Fantástica historia. Me encantan estas historias cortas!!!!!!!!!!!

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  3. Que linda historia,me encantó!!!

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  4. Hermosa historia! la amé desde el primer capítulo y sufrí viendo que eran tan pocos! Pero me encantan estas historias así también, gracias por compartirla con nosotras!!!

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